domingo, 8 de febrero de 2009

La fuerza de la palabra

Aquel que me pidió ayuda apeló en mí a lo más mío, que compartimos: la palabra humana. En esa palabra reconzco, instintiva y reflexivamente, lo que ha de ser respetado, no por altruismo, sino por defender aquello que me descosifica, lo que me caracteriza liberándome a la par de la identidad del objeto. Al responder a la palabra que se me dirige --palabra que solicita, compromete, quizá miente, palabra que oculta tanto al menos como revela--, al hacerme cargo con plenitud de esa palabra hay el propósito en que mejor me reconzco: que pase lo que pase no se hable en vano.

Rescatar la posibilidad de comunicación racional --sede de la única libertad que podemos señalar sin ambages como tal-- de la conspiración de violentas necesidades que intrigan para anularla, he aquí donde la reclamación de lo humano se atrinchera. A esta reclamación llamo precisamente ética y no sabría encontrar nivel de causación más genérico ni más hondo para mi gesto.


Fernando Savater (El contenido de la felicidad)

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