martes, 20 de abril de 2010

Carta a los adolescentes sin poder


Queridas personas, quiero empezar por esta gran palabra que muchos olvidamos cuando nos dirigimos a vosotros. No merecéis el nombre de adolescentes, porque no carecéis de nada; muy al contrario, poseéis muchas cosas que los adultos han dejado perder en su ansia de ser admitidos por la sociedad. Tal vez, algunos de los que intentan enseñaros no supieron integrar su adolescencia en su vida adulta, y por eso pretenden pensar y decidir por vosotros. No sois incompletos, sois personas y, por lo tanto, perfectos como humanos. No permitáis que piensen por vosotros. Para conseguirlo debéis aprender a ser dueños de vuestros pensamientos, apartar las opiniones que tengan sobre vosotros, distinguir un sentir profundo de un mero capricho, vivir la existencia como un don que os otorgáis, sentiros constructores de vuestros sueños…Nuestros sueños definen la profundidad de nuestra libertad; su realización, nuestro poder. Cuando trabajo con personas de vuestra edad, a menudo los anima con la siguiente frase: “Los sueños son el alimento de la realidad”. Si no nos alimentamos de nuestros propios sueños, no podemos poseer la realidad; sin poseerla nos sentiremos sus esclavos.


Hay una ley en física que dice que cuando ejercemos una fuerza sobre algo, se nos devuelve la misma; por eso cuando apretamos con un dedo sobre una pared, sentimos que si seguimos presionando nos romperemos el dedo. Cuando queremos resolver situaciones conflictivas, utilizando la fuerza, este principio también actúa, y sentimos una oposición proporcional a nuestro esfuerzo, es agotador…es la esencia de la guerra que va desgastando a los dos bandos. ¿Cuántas veces habéis sentido esa lucha, con la sensación de no poderla ganar…?. Sufriendo la incomprensión de los seres queridos. La ley – Principio de Acción y Reacción – está ahí, impidiéndoos el paso. Pero hay salida, no es necesario darse cabezazos contra las leyes de la naturaleza. Basta con no ejercer fuerza alguna….Entonces… ¿ tenemos que rendirnos, tenemos que dejar que manejen nuestra vida…?- pensaréis -. Rendirse sí, rendir vuestra fuerza, pero… para dar paso a vuestro poder. Fijaos en esta última palabra. Su significado está muy unido al de permitir realizar nuestros sueños, y además, no tiene ninguna ley en contra. El poder no se encuentra fuera, nace de nuestro centro, de nuestro corazón. Tan solo tenemos que quitar los obstáculos que no separan de él. Reside dentro de nosotros como un inmenso tesoro oculto, esperando ser descubierto. El mapa del tesoro es nuestra capacidad de imaginar por nosotros mismos. La adolescencia es una oportunidad para buscar nuestro tesoro, es una edad muy adecuada para poner a prueba nuestra capacidad de aventura. No la desaprovechéis. Muchos de los llamados adultos no supieron lo que se perdían, y decidieron seguir con la lucha de fuerzas, agotándose en el combate… pretendiendo enseñaros a continuar su lucha, su guerra…Quizás, hayáis sentido más de una vez que ésta no es vuestra guerra. La base del poder no es el enfrentamiento, es el amor y el respeto. Desde el poder que nace de vuestro corazón, no tenéis necesidad de disputar nada a nadie. Él será el puente entre vuestros sueños y vuestra realidad, haciéndoos sentir creadores de vuestra vida. Esta etapa de vuestra existencia está llena de potenciales y de maravillosas aventuras, también de pruebas, pero el tesoro de vuestro poder os servirá para toda la vida. Os admiro, de todo corazón.

martes, 13 de abril de 2010

El buscador



Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras; la rodeaba por ocmpleto una especie de valla pequeña de madera lustrada.
... Una portezuela de bronce invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar.
Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía:
Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares, un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años...
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó.
Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, ningún familiar - dijo el buscador - ¿qué pasa con este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?. ¿por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?, ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano se sonrió y dijo:
- Puede Ud. serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré...
Cuando un joven cumple 15 años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgado al cuello.
Y es tradición entre nosotros que a partir de allí,, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anota en ella:a la izquierda, qué fue lo disfrutado...a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media? ...
Y después ... la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana? ...
¿Y el embarazo o el nacimiento de su primer hijo ... ?
¿Y el casamiento de los amigos ... ?
¿Y el viaje más deseado ... ?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano ... ?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?.... ¿horas?, ¿días? ...
Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos.... cada momento. Cuando alguien muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de los disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ESE es, para nosotros, el único y verdadero tiempo VIVIDO .


Jorge Bucay