jueves, 18 de marzo de 2010

Educación del Talento



Llamamos talento a la capacidad para desempeñar o ejercer una actividad. Se puede considerar como un potencial en el sentido de que una persona dispone de una serie de aptitudes que puede o no llegar a desarrollar o ampliarlas a un ritmo mayor o menor en función de diversas variables, como el colegio al que van, vivir en un entorno rural o urbano, el tipo de familia al que pertenece, etc.



“Talento” es una palabra que no pertenece al léxico psicológico ni al pedagógico, pero que se usa mucho fuera de la escuela. En el mundo empresarial se insiste sin descanso en la necesidad de talento, y hay profesionales que se dedican a buscarlo. Utilizamos, pues, esta palabra para subrayar algo obvio: que no educamos para tener buenos resultados escolares, sino buenos resultados vitales fuera de la escuela.


A todos nos gustaría tener talento. Todos lo admiramos. Nos parece una cualidad deseable. Con eso basta para convertirlo en un objetivo educativo. La cuestión es cómo desarrollarlo en nuestros niños y niñas, y también en nosotros. No hay simplificaciones milagrosas. Ni se puede ser “millonario al instante”, ni “aprender chino en veinte horas”, ni conseguir ninguna de esas maravillas que prometen libros timadores. El talento es un hábito y, como todos los hábitos, difícil de adquirir.


Llamamos "talento" a una aptitud sobresaliente para algún tipo de actividad.


Un famoso psicólogo de la Universidad de Harvard, Howard Gardner, ha elaborado una teoría que ha tenido una gran importancia educativa: la teoría de las inteligencias múltiples. Considera que hay muchos tipos de inteligencia, y que cada persona puede destacar en una – o varias – de ellas. Definió la inteligencia lingüística, la musical, la lógico-matemática, la espacial, la cinética, la inteligencia para comprenderse a sí mismo y la inteligencia para relacionarse con los demás.


Desde este punto de vista, hay también muchos tipos de talento. Y conviene que ayudemos a los niños a descubrir los suyos. Cada uno de nosotros tenemos nuestras propias fortalezas y debilidades. Pero creemos que hay un “talento básico”, que debemos intentar desarrollar universalmente: El talento para saber qué hacer con los demás talentos y también con nuestras limitaciones. En resumen, el talento para vivir y para convivir. Lo que incluye una compleja mezcla de conocimientos, emociones, hábitos, y actitudes.


¿En qué consiste ese talento?
Robert J. Sternberg, uno de los más reputados expertos actuales en temas de inteligencia, profesor en Yale y presidente de la American Psychological Association, denomina successful intelligence, “inteligencia exitosa”, a lo que llamamos “talento”. La define como “la inteligencia que se emplea para lograr objetivos importantes”. Es algo más amplio que lo que miden los test de inteligencia, porque incluye también la gestión de las emociones, y las virtudes de la acción, como la tenacidad, el esfuerzo o la resistencia a la frustración. Considera que las personas que poseen ese “talento básico”, tienen las siguientes características:



  • No dependen de motivaciones externas, sino que saben automotivarse.

  • Aceptan las críticas justas.

  • Aprenden a controlar sus impulsos.

  • Rechazan la autocompasión.

  • Saben cuando perseverar y cuando deben cambiar de objetivo.

  • Son independientes.

  • Saben sacar el máximo provecho de sus capacidades, es decir, juegan bien sus cartas.

  • Tratan de superar las dificultades personales.

  • Traducen el pensamiento en acción.

  • Se concentran en sus objetivos.

  • Se proponen objetivos concretos.

  • No tratan de hacer demasiadas cosas a la vez, ni demasiadas pocas.

  • Completan las tareas.

  • Tienen capacidad para aplazar la gratificación.

  • Tienen iniciativa.

  • Saben ver al mismo tiempo el bosque y los árboles.

  • No tienen miedo al fracaso.

  • Tienen un nivel razonable de autoconfianza.

  • No deja las cosas para otro día.Equilibran el pensamiento analítico, el creativo y el práctico.

No está mal. Apoyándonos en esta lista podemos hacer un chequeo a nuestros hijos, ….o a nosotros mismos.