jueves, 16 de abril de 2015

Las llaves de la felicidad


En una dimensión del Universo se reunieron las fuerzas creadoras de los mundos dispuestas a realizar su papel con el ser humano. Estos dioses tenían un gran sentido del humor, y decidieron gastar una broma en el hermoso planeta azul. Decidieron determinar cuál sería el lugar que a los seres humanos más les costaría encontrar. Una vez hallado, depositarían allí las llaves de su felicidad.

  • Bien, las esconderemos en lo más profundo de los mares –dijo uno de ellos.
  • Ni hablar –opuso otro rápidamente–. El ser humano avanzará en sus ingenios científicos y podrá llegar hasta allí y encontrarlas.
  • Bueno, pues podríamos esconderlas en lo profundo de los volcanes –dijo otro de los presentes.
  • Tampoco –volvió a replicar un tercero. Resultará inútil, porque así como será capaz de dominar las aguas, también será capaz de dominar el fuego.
  • ¿ Y por qué no bajo las rocas más sólidas y profundas de la tierra? –propuso un presente.
  • Inútil –replicó un compañero–. En unos pocos miles de años el hombre dispondrá de capacidades para sondear los subsuelos y extraer todos los metales y piedras preciosas que desee.
Se hizo un silencio primordial hasta que, al fin, el que destacaba por su ingenio dijo con solemnidad y regocijo:
  • Esconderemos las llaves de la felicidad en un lugar que el hombre, por más que busque, tardará mucho, mucho tiempo en suponer e imaginar.
  • ¿Dónde?, ¿dónde? –preguntaron con ansiosa curiosidad los que conocían su sagacidad y lucidez.
  • El lugar del Universo que el hombre más tardará en mirar, y en consecuencia hallar, es el interior de su corazón. Y todos estuvieron de acuerdo.

Extraído del libro:
Cuentos para aprender a aprender.
José María Doria (Ed. Gaia)

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