miércoles, 29 de febrero de 2012

MOMO

Un cuento de Michel Ende.






“Pero, ¿por qué? ¿Es qué Momo era tan increíblemente lista que tenía un buen consejo para cualquiera? ¿Encontraba siempre las palabras apropiadas cuando alguien necesitaba consuelo? ¿Sabía hacer juicios sabios y justos?



No; Momo, como cualquier otro niño, no sabía hacer nada de todo eso.



Entonces, ¿es que Momo sabía algo que ponía a la gente de buen humor? ¿Sabía cantar muy bien? O ¿es qué, ya que vivía en una especie de circo, sabía bailar o hacer acrobacias?



No; tampoco era eso.



¿Acaso sabía magia? ¿Conocía algún encantamiento con el que se pudiera ahuyentar todas las miserias y preocupaciones? ¿Sabía leer en las líneas de la mano o predecir el futuro de cualquier otro modo?



Nada de eso.



Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar.



Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.



Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar en esas ideas, no; simplemente estaba presente, y escuchaba con toda su atención y toda su empatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.



Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, que era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera para el mundo.



¡Así sabía escuchar Momo!



sábado, 11 de febrero de 2012

Convertir la derrota en aprendizaje

En ocasiones, tenemos un objetivo claro, la meta totalmente definida, buscamos la forma de llegar a ella.

Una y otra vez nos damos cuenta de que es complicado conseguirla, pero a pesar de ello, insistimos una vez más, y otra, y otra y otra…

De repente, llega el momento donde casi lo tienes, pero solo casi, ya que, una vez más, no lo puedes conseguir. Es el momento de aceptar una derrota, de reflexionar y asumir que algunas metas no pueden conseguirse.

Eso sí, no convirtamos esa derrota en un castigo demasiado duro, sino en una oportunidad para aprender que la próxima vez lo mismo tenemos que modificar algunos factores para conseguir nuestro objetivo.

Cuestión de tiempo…