viernes, 20 de febrero de 2009

Diferencias culturales





Rescato las palabras de una alumna de un curso que estoy tutorizando. Me parecen una muy buena ilustración de la influencia de las diferencias culturales en nuestras emociones.




No debemos obviar que nuestras emociones, como las vivimos y las expresamos, es un comportamiento influido por la cultura, la educación y la sociedad que nos ha tocado en suerte.

Sobre esto, recuerdo una anécdota que me contó una amiga cooperante en Guatemala:

Un indígena llevó a su hijo, a quien había mordido una serpiente, al dispensario médico que estaba a más de tres horas de su aldea.

Nada se pudo hacer por el.

El indígena pidió que si hicieran cargo del cuerpo, puesto que era una carga muy pesada subiendo la montaña de regreso a casa.

La cooperante se quedo estupefacta de la indiferencia del padre respecto al cuerpo del niño y así se lo hizo saber al indígena.

El hombre contestó: - por este niñito ya hice lo que pude, en cambio necesito mis brazos libres para acarrear un saco de maíz, he de alimentar a los hijos que me quedan vivos y por tanto tengo que elegir: maíz o cuerpo.

Desde nuestra cultura, resulta sorprendente dejar abandonado el cuerpo sin vida de un hijo, pero ¿es de cuestionar la decisión del indígena?
Yo creo que en absoluto.

Descubrir nuestro valor

En una historia que contaba Ramakrishna, un hombre rico entrega un diamante a su sirviente y le dice: "Llévalo al mercado y averigüa cuánto me ofrecen por él". El sirviente se dirige primero al vendedor de berenjenas, que le contesta: "Es bueno, te daré por él 200 rupias".

Cuando el sirviente vuelve a la casa e informa a su amo, éste se echa a reir. Le pide que pregunte al dueño de una mercería. Este hombre también le dice que se trata de una buena gema. "Puedo usarla para una alhaja. Te daré 900 rupias". El criado vuelve y comunica ese valor. Pero el maestro le dice que vaya al joyero y le pregunte cuánto vale. El joyero dice: "Es muy buena. Te daré 100.000 rupias".

La moraleja de la historia es que gente diferente da un valor distinto a la misma cosa, lo que significa que hay un valor relativo. Pero también existe un valor verdadero o absoluto, establecido por aquel que conoce el objeto.

Cada uno de nosotros es la joya de esa historia. Sólo alguien que nos conoce de verdad no dará el valor que merecemos. Siendo la joya, debemos hacer como el joyero: conocernos a nosotros mismo y darnos todo el valor que nos corresponde.

domingo, 8 de febrero de 2009

La fuerza de la palabra

Aquel que me pidió ayuda apeló en mí a lo más mío, que compartimos: la palabra humana. En esa palabra reconzco, instintiva y reflexivamente, lo que ha de ser respetado, no por altruismo, sino por defender aquello que me descosifica, lo que me caracteriza liberándome a la par de la identidad del objeto. Al responder a la palabra que se me dirige --palabra que solicita, compromete, quizá miente, palabra que oculta tanto al menos como revela--, al hacerme cargo con plenitud de esa palabra hay el propósito en que mejor me reconzco: que pase lo que pase no se hable en vano.

Rescatar la posibilidad de comunicación racional --sede de la única libertad que podemos señalar sin ambages como tal-- de la conspiración de violentas necesidades que intrigan para anularla, he aquí donde la reclamación de lo humano se atrinchera. A esta reclamación llamo precisamente ética y no sabría encontrar nivel de causación más genérico ni más hondo para mi gesto.


Fernando Savater (El contenido de la felicidad)

Empatía


La empatía nos permite llegar justo hasta el borde del precipicio y observar las emociones más profundas, confiando en que nuestra relación nos guiará a un lugar seguro .../...


La empatía nos enseña a dejar la historia abierta, nos dice cuándo debemos avanzar y cuándo retroceder, cuándo debemos correr a escondernos y cuándo confiar en que somos lo suficientemente fuertes para luchar con los elementos.


Cuando estamos al borde de ese precipicio con otra persona, la empatía nos recuerda que éste es su viaje, que estamos allí como compañeros y para ayudarla. Nuestro papel no es llevar la delantera, sino seguir a la otra persona. No es dominar, sino participar; no es tener la última palabra, sino mantener abierto el flujo del intercambio de ideas.


Expresamos empatía al sumergirnos en la situación de la otra persona, haciendo lo posible para ayudarla y sintiéndonos agradecidos de formar parte de esa experiencia.


A. Ciaramicoli

La insatisfacción

Los sentimientos básicos del modelo sentimental de nuestra época son la autosuficiencia y la insatisfacción. (.....)

La insatisfacción permanente conduce a la depresión y a la agresividad. A los niños les decimos que no deben contentarse con lo que tienen porque serán unos pobres desgraciados. Pero los sentimientos tienen su propia lógica, y si empiezas a alimentar la insatisfacción, podrá tomar dos derivaciones:
- Una: me he esforzado por algo y no lo he conseguido, pues me decepciono, vivo en estado de frustración, me retiro y me deprimo.
- Dos: me han dicho que esto me daría felicidad y no es verdad, así que rompo la baraja y me vuelvo agresivo.

El pasotismo y la agresividad son dos males endémicos de nuestro tiempo. NO es extraño: los estamos fomentando.

J.A. Marina (Revista de Psicología y Salud Natural)